Vivir Madera es una obra magna, uno de estos proyectos en los que uno se enfrasca sin saber por qué y acaban durando años. Empezó como una tontería, como tantas cosas; soy un enorme fan de Faemino y Cansado, de la hora Chanante, de todo ese humor absurdo, y especialmente soy un enorme admirador de Miguel Noguera. Este proyecto se podría considerar una copia burda y vil de este enorme genio al que jamás de los jamases llegaré a la suela de los zapatos. Si fuera un gusano y me arrastrara por el suelo buscando colillas para fumar, consideraría un enorme honor que Miguel Noguera tuviera a bien aplastarme con su inmaculada bota de genio creador, luego por supuesto limpiaría la mancha que yo mismo habría dejado. Como ya habría muerto como materia física tendría que ser en formato éter, es decir transmutado en ser fantasmagórico que pudiera manipular objetos como en la película Ghost, y así con una bayeta podría limpiar los restos de su bota que yo mismo habría dejado al morir.

Decidí comenzar a escribir frases inconexas entre sí, ideas inspiradoras que se me ocurrían sin más, a veces simplemente me venían a la cabeza y otras veces basadas en algo que veía en la «realidad» (este concepto de la realidad como algo ajeno a nosotros me pone muy palote, un mundo alternativo al que de vez en cuando nos asomamos pero en el que realmente no vivimos, vamos como turistas, a echar un vistazo, y luego volvemos a «nuestro mundo»). Más tarde comencé a hacer dibujos a tinta, no sé decir porqué, creo que porque quería que fuera en blanco y negro, pero realmente algunos los hacía en acuarela por adquirir velocidad (como si pintar en acuarela fuera más rápido, como si la tinta te hiciera «perder el tiempo». Hola, soy Bruno, pinto en acuarela porque es más rápido, no tengo tiempo que perder.) Con el tiempo comencé también a hacer fotos con el móvil, que guardaba en una carpeta llamada «vivir madera» (aquí ya había decidido el título del libro).

Al final me quedó un batiburrillo brutal de textos desordenados, imágenes inconexas e ilustraciones sin pies ni cabeza. Ante esa perspectiva me abrumó sobremanera y guardé todo en un cajón, un cajón real, porque los dibujos son ilustraciones verdaderas, papel del bueno con tinta china de verdad, traída en enormes contenedores sin piedad para formar parte de nuestro brutal y despiadado sistema capitalista en el que estamos todos metidos girando la rueda enfurecidos como hamsters en celo. En fin, que dejé el proyecto inacabado con esa sensación de frustración en el cuerpo, de fracasado, tanto trabajo para nada… hasta que llegó Chicha Proyectos.